Vivir intentando escapar
constantemente. Escapar de conversaciones, de personas, de emociones, de situaciones,
de etapas, incluso de nosotros mismos. Vivimos momentos meditando cómo vamos a
relatarlos después; nos desligamos del presente para abrazar el inexistente
futuro y tergiversamos lo vivido por no recordar cómo sucedió. Escapamos,
huimos, nos abstraemos.
¿Y si ese es en realidad el fin
de la vida? El escape. En ese caso, todos alcanzaríamos ese aparente objetivo
universal: todos terminamos huyendo. Aunque, ¿qué pasa si, por el contrario,
nunca alcanzamos a vivir por estar tan aferrados a ese escape? ¿Entonces, qué?
Sumidos en la incertidumbre, otra vez. Y yo sigo intentando encontrar las
respuestas en el humo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario