domingo, 29 de octubre de 2017

El eterno y sordo por qué.

A veces, me siento a mí misma como simple espectadora de sus acciones. Me encuentro con reacciones que condeno en el ajeno siendo ejecutadas sin tiempo para la meditación, y escucho la voz de quien podría ser llamada mi conciencia gritándome un eterno y sordo "por qué". Juro que trato de responder, pero todo vuelve a girar en torno de la inercia. Supongo que la solución ideal sería acallar el incesante grito y entregarme al inerte sinsentir, al monótono sinpensar. ¿O debería hacer lo contrario y escuchar el cuestionamiento de la voz?
Que alguien la calle por favor, me duele la cabeza.

Vivir en el escape.

Vivir intentando escapar constantemente. Escapar de conversaciones, de personas, de emociones, de situaciones, de etapas, incluso de nosotros mismos. Vivimos momentos meditando cómo vamos a relatarlos después; nos desligamos del presente para abrazar el inexistente futuro y tergiversamos lo vivido por no recordar cómo sucedió. Escapamos, huimos, nos abstraemos.

¿Y si ese es en realidad el fin de la vida? El escape. En ese caso, todos alcanzaríamos ese aparente objetivo universal: todos terminamos huyendo. Aunque, ¿qué pasa si, por el contrario, nunca alcanzamos a vivir por estar tan aferrados a ese escape? ¿Entonces, qué? Sumidos en la incertidumbre, otra vez. Y yo sigo intentando encontrar las respuestas en el humo.

miércoles, 4 de octubre de 2017

¿Cómo hacer para que coincidan ideología y accionar? O, para ser más específica, ¿cómo hacemos para dejar de adherir a ideologías (por ponerle un nombre) que sabemos no vamos a implementar? Una vez abiertos los ojos, no hay vuelta atrás, no hay forma de volverlos a cerrar. Los colores y las formas se presentan frente a nosotros sin que podamos siquiera considerar volver a la negrura y espesor del abismo. Nos sumen en una toma de consciencia, en un saber o conocer que nos agobia, porque ¿qué peor que moverse por inercia cuando uno ya es consciente de su propia alienación?